CANARO DESPIDE A UN AMIGO
Francisco Canaro sintió mucho la muerte de su gran
amigo aquella aciaga tarde del 24 de junio de 1935, por eso fue uno de los
integrantes más activos de la “Comisión pro-homenaje a Carlos Gardel”, que se
formó para gestionar el traslado de los restos de Gardel desde Colombia y la
organización de la despedida final.
El 5 de febrero de 1936 llegó a Buenos Aires el cuerpo
de Carlitos y esa misma noche fue velado en el Luna Park, en donde una gran
orquesta dirigida por el propio Canaro ejecutó el tango Silencio. Al día
siguiente fue llevado al cementerio de la Chacarita. Es para destacar la
impresionante movilización de gente en este acontecimiento, como puede
apreciarse en las fotografías de la época. El pueblo emocionado lloró al gran
artista, que pasó desde ese día a la categoría de mito.
“Carlos Gardel fue el juglar bohemio y trashumante que gustó y emocionó a los públicos de todas partes, donde todavía queda en el recuerdo el eco de su voz sentimentalmente maravillosa. Su trágica muerte ha dejado un vacío de abismo en nuestro cancionero, pero su nombre inmortal aún continúa vivo entre los auditorios y el público en general a través de las grabaciones en disco de sus inolvidables canciones. Por eso, a pesar de haber transcurrido ya 20 años de su lamentada desaparición, su arte unipersonal tiene realidad de presencia en la imaginación popular”.
Francisco Canaro, 1956
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